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Notas de Mr. Kite

Couldyun

LLamadas con lagunas

LLamadas con lagunas

"The same voice the old insecurity feeling"

Gari Sandance

 

-          Buenos días señor Soppot, me alegro de verle.

-          ¡Caramba, ya por aquí inspector! .-el sargento miró extrañado y sorprendido al inspector. No era normal que estuviera antes de las 10 de la mañana en el despacho y eran las siete y media de la mañana.

-          Sí sargento, ya por aquí.

-          ¿A qué se debe el verle en una hora tan temprana?–la pregunta del sargento podría sonar a reproche pero no era así, era simple preocupación por el hecho en sí. Conocía muy bien al inspector y sabía que si hacía algo fuera de su rutina habitual era porque algo no funcionaba bien.

-          Shakespeare…-soltó Couldyun mientras no dejaba de intentar ordenar ciertos papeles que llevaban suficiente tiempo en la mesa como para formar parte de ella.

-          ¿Cómo? –inquirió el sargento. Era evidente que algo no funcionaba bien.

-          Sí sargento, mi buen William, Shakespeare. Su homónimo, el bardo, el del teatro isabelino, los sonetos y todos esos rollos. No puedo leerlo. Ayer estaba decidido a atiborrarme de buena lectura y mis manos se sintieron incapaces de tomar La Tempestad.

-          No deja de sorprenderme inspector, ¿incapaces?

-          Efectivamente, incapaces. No podía ni acercarme. Ni a Hamlet, ni al sueño de una noche de verano, nada. Imposible.

-          ¿Y eso?

-          Misterios mi buen amigo.

-          Curioso. –Soppot se quedó mirando a Coouldyun esperando una disertación más detallada del asunto, pero Couldyun no levantó la vista de su mesa así que decidió cambiar de tema.- Inspector, ayer telefoneó una tal Sibille preguntando por usted.

-          Lo sé, hablé con ayer a la noche.

-          Ah, pensé que no sería importante, se me olvidó comentárselo en el pub. Y bueno, al acordarme en casa decidí esperar hasta hoy para decírselo.

-          Bueno, la conversación dejó tantas lagunas que no sé si era importante. Pero desde entonces no puedo leer a Shakespeare.

Soppot se quedó mirando al inspector. No entendía nada pero la cabeza le decía que era mejor no intentar entender nada. Mientras, Couldyun seguía revolviendo papeles con un evidente desorden. Una actividad que simplemente parecía reportarle el beneficio de intentar mantener la mente ocupada en tareas banales.

Luz amarilla

Luz amarilla

"Yellow lights are beating my mind"

Gari Sandance

Escucho Shiver, primer disco de Coldplay. Me quedo como un gilipollas leyendo la letra. Empanado. Literalmente como un memo. Como alguien que no sabe poner tildes.

 Y esta es mi última oportunidad…desde el momento que despierto.

PASOS DE SOPPOT Y COULDYUN

-          Señor Soppot, ¿no cree usted que la fortuna es mujer?

-          ¿Por qué dice eso inspector?

-          Porque no se me ocurre que pueda ser de otra forma.

El sargento y el inspector deambulaban por las calles de Londres, de vez en cuando salían un poco antes del final de la jornada, paseaban juntos hasta un pub cerca de la catedral de San Paul y allí tomaban unas pintas. Justo las necesarias para que la lucidez del inspector apareciera en todo su esplendor. O bien para que empezara a balbucear ideas y palabras sin sentido. O a veces para ambas cosas.

-          Soppot, si la fortuna no fuera mujer no sería fortuna. Además yo siempre he pensado que sería de piel cálida, y maneras esquivas. Te diría una cosa y la contraria. Así es la fortuna, a veces buena y a veces mala. Pero nunca coherente. La fortuna no depende de lo que hagas por tenerla. Es un dado lanzado. Es una mujer decidiendo.

-          ¿Quiere decir que las mujeres no son coherentes?

-          En absoluto dije eso mi buen William.

-          ¿Entonces?

-          Entonces…¿qué?

-          Que no entiendo su hilo de razonamiento. Quizás necesite otra pinta. En qué se basa en decir que la fortuna es una mujer.

-          Ya se lo dije, no se me ocurre que pueda no serlo. Así la veo. Creo que cuando la fortuna te sonríe el día cambia a colores vívidos, alegres. Cuando una mujer te sonríe, cuando la mujer que deseas te sonríe, entonces el mundo parece ponerse a tus pies.

-          Tiene sentido…creo.

-          Da igual lo que creas William, da igual. ¿Brindamos por la fortuna?

-          Por supuesto inspector Couldyun.

-          Mal hecho William, brindemos mejor por las mujeres de nuestros deseos y porque su sonrisa aparezca interrumpiendo nuestra mirada.

-          ¿Y por la fortuna?

-          William, ¿acaso no es una fortuna que te sonría un ángel?

 

Londres se tornaba amarillo con el color del sol ocultándose, un amarillo que penetraba a través de los cristales marrones de las largas ventanas del pub. El tumulto de fondo, el reflejo de la luz sobre las pintas, el día otoñal y el rumor del deseo en el cerebro de Couldyun confería al lugar un toque cuasi mágico. Couldyun se sumergió en una ensoñación de cabellos del color de la luz que inundaba el pub y sonrisas inocentes, sin miedo.

De pronto sonó una campana. Aviso de las once de la noche, Soppot se levantó y resoplando dijo:

-          Bueno señor, creo que es hora de irnos a dormir un poco.

-          Yo llevo soñando durante horas señor Soppot, durante horas.

Shakespeare, Love and Calls

Ausencia

Ausencia

-          ¿Inspector?

William Soppot había entrado en el apartamento de Couldyun, había pedido al portero que le abriera la puerta. El portero tenía órdenes precisas del inspector para no dejar pasar a nadie que preguntara por él excepto al Sargento Soppot. Las ausencias del inspector al trabajo diario le llevaron a una sanción cuyo única consecuencia fue que permitiera a alguien del departamento que pudiera acceder a su domicilio en el caso de más de 4 días sin aparecer o dar señales de vida. En esta ocasión era más de una semana el tiempo que llevaban sin saber de Couldyun y el sargento Soppot decidió ir a saber de él.

El inspector estaba sentado en un sillón de cuero que una vez fue rojo y ahora parecía un marrón rojizo. Miraba por la ventana mientras escuchaba música,” Someone to watch over me”, Gershwin le apasionaba. Eran las 5 de la tarde y llevaba 3 horas escuchando música americana mientras miraba por la ventana. Barba de más de tres días le conferían un aspecto extraño, una mezcla de atractiva dejadez que a la vez sugería el comienzo de un desaliño demasiado descuidado para resultar interesante.

-          ¿Inspector?, soy el sargento Soppot,…William.

-          Hola William –el inspector respondió sin apartar la vista de la ventana.

-          Buenas tardes,

Arthur Couldyun tenía fama en el departamento de poco serio, sus ausencias llevaron a que se le abriera un expediente que finalmente quedó archivado. El motivo de archivarlo fue que el jefe del departamento, el sucesor de Hondson, decidió que valía más la pena un gran inspector, eficiente, que un funcionario que cumpliera su horario y no resolviera ningún caso. El sargento Soppot recordaba el caso que resolvió Couldyun tras la apertura de expediente, un caso de un supuesto suicidio que el inspector resolvió en tres días de interrogatorios e investigaciones hasta que el suicidio se transformó en un asesinato con confesión incluida. En solo tres días el inspector desmadejó el barullo del caso, que estuvo a punto de ser cerrado con la solución del suicidio. En solo tres días el inspector dejó claro que su trabajo no debía ser juzgado por sus ausencias.

Y ahora estaba de nuevo en una de esas ausencias. Tirado, en su apartamento, dirigió la mirada finalmente a Soppot.

-          William, usted tiene aspecto fornido, atractivo. Su físico, ¿le hizo triunfar de adolescente?

-          ¿Cómo dice inspector? –la cara de sorpresa le cruzó la expresión del rostro.

-          No me malinterprete William –el inspector se frotó los ojos como tratando de salir de  una rara ensoñación-, quiero decir si se sentía contento con su apariencia física.

-          Pues,…sí, supongo que sí.

-          ¿Supone? –a Couldyun no le gustaban esas respuestas, denotaban que no se había pensado mucho que decir y que la pregunta jamás había pasado por su mente.

-          Quiero decir, nunca me he parado a pensar en ello. Pero lo que si sé es que no me era ningún problema mi aspecto.

-          Lo imaginaba. El hecho de que no se hiciera la pregunta revela que nunca tuvo que hacérsela y, por tanto, que no era fuente de problemas ni de pensamientos.

-          Imagino que así es, inspector –William esperaba una explicación a la pregunta pero el inspector volvió a mirar a la ventana así que decidió ser directo- ¿Por qué lo pregunta?

-          Olvídelo William, solo pensaba que no es suficiente pensar en dos lunas cuando eres un adolescente.

 El inspector se levantó del asiento ante la sorpresa del sargento, que ni entendía la conversación ni las intenciones del inspector. La escena quedó cerrada con un comentario de Couldyun

-          Supongo que me esperan en el departamento, tendremos que ir para allá

 

 

Cartas

Cartas

 

-          He encontrado un par de cartas señor Soppot –comenzó a decir el inspector mientras paseaba por su despacho al tiempo que el sargento le seguía con la mirada-. Un par de cartas que evidencian que la última víctima y el asesino se conocían.

-          ¿Puedo verlas inspector?

-          En absoluto William, en absoluto.

El sargento William Soppot se quedó sorprendido ante la contundencia de la respuesta del inspector. Al fin y al cabo llevaba  tanto tiempo en el caso como él y se creía merecedor de poder analizar cualquier prueba.

-          Pero inspector, entonces ¿a quién va a presentar la prueba de que tenían alguna relación las víctimas y el asesino?

-          Esta, en concreto, estas cartas mi querido sargento, las pienso guardar bajo llave para que no vean la luz.

-          …¿¿¿pero???, no entiendo inspector

-          Yo tampoco William, pero una amiga me dijo una vez que sería mejor demostrar la verdad por madurez de la misma no por mostrarla cruda.

-          No le entiendo inspector. Y, ¿usted cree eso que le decía esa amiga?

-          William, no se lo que creo, no se si es mi amiga, y no se si fue eso lo que me dijo o si es una buena teoría pero, por las mañanas, cuando llega el día y golpea mi espíritu, sigue estando ahí…

-          ¿La teoría?

-          No…ella…

 

Un momento es muy poco tiempo...

Un momento es muy poco tiempo...

Couldyun estaba solo en su habitación pensando en las trazas que le quedaban para llegar al misterioso asesino. Hilaba pistas, desechaba hipótesis, cotejaba declaraciones…no sacaba nada y sonó el teléfono.

 

- ¿Hola? –preguntó con el saludo al tiempo que descolgaba

- Así que ahora eres todo un inspector eh? –sonó al otro lado. Una voz femenina, una voz recordada y olvidada. Una voz de un ángel que circuló alumbrando los días de hace muchos años.

- ¿Sibille?

- Hola Artie. ¿Aún recuerdas mi voz?

- Creo que tu voz no es lo que mejor recuerdo, pero no puedo olvidarla. Me tortura más levantarme cada mañana pensando en no contemplar tu sonrisa enmarcada en tu cabello rubio y sazonada con esa mirada de timidez que nunca entendí.

- Vaya, veo que sigues igual que siempre, manejando el lenguaje para que una chica sepa sentirse bien.

- Si sigo igual sabrás que no lo hago con cualquier chica.

- Sigues igual.

- No, ahora soy un poco más viejo, un poco menos paciente y un poco más acostumbrado a la tristeza, si es que uno puede acostumbrarse algo a eso.

- Sigues pensando que un momento es poco tiempo.

- Sí, eso sí, y que ninguno hemos pensado en el amor. Es un artículo deluxe lo que vaga por nuestras cabezas.

- Permitirías que una sonrisa tímida tomara un café contigo.

- Solo si pueden ser dos.

- Serán dos.

 

La conversación navegó por retazos de recuerdos y concreciones para la cita. Couldyun colgó y comenzó a llorar.

Perdido

Perdido

Couldyun andaba desolado, las vacaciones fueron demasiado duras. Tres cadáveres en Corfú, y varias señas del asesino en la dirección del inspector le habían dejado sin aliento. La absenta volvía a ser su bebida favorita, compañera inseparable de largas tardes opiaceos entre humos turbios y sombras de personajes que un día fueron personas y que se sumergieron en la noche de los fumaderos de Londres.

Couldyun no sabía que hacer pero tenía que salir del atolladero en que se encontraba. Apenas unos segundos de lucidez le mantenían con energía para seguir yendo a la comisaria día tras día. Con los ojos medio cerrados, enrrojecidos...mitad lágrimas mitad irritación...y una tercera mitad para imposibilitar la suma, una tercera mitad de cansancion y desapego a todo lo que le rodeaba. Sólo tenía en su mente cazar al asesino, pero ese pensamiento se le revolvía para atenazarle en el recuerdos de tantas chicas jóvenes víctimas del cruel asesino. Recuerdos de cómo el juego no era tal, la partida que la bestia estaba intentando jugar no era para él, Couldyun no quería jugar, Couldyun quería atrapar su cuello entre las manos y hacerle confesar que eran distintos. Couldyun no era así, no podía serlo, no debía serlo.

Martilleo constante, zumbidos en la cabeza y una ligera apenas fotónica luz que entraba en su dormitorio no podían haberle despertado. Eran muchos días, casi una vida, durmiendo con esos inquilinos en su habitación. No podían molestarlo ya tanto como para despertarle. Intuyó que alguien había llamado a la puerta. Se levantó, apenas unos cinco minutos le llevó situarse. Se dirigió descalzo a la puerta, abrió y había un sobre a los pies del umbral. Lo recogió y sacó una carta de su interior...el título era "Se como cogerle"...

 

Vacaciones merecidas

Vacaciones merecidas

Hacía días que Couldyun estaba de vacaciones. El departamento le concedió un mes de descanso y el inspector sentía que lo necesitaba. Eran demasiados días, meses, pensando e investigando en el asesino. Porque para Couldyun no había otro asesino, era el único. Era una lucha en la que de momento se sentía perdedor, y con él todas las víctimas. Y esa sensación le oprimía el espíritu, le hacía deambular como alguien que ha perdido el juicio -y quizás empezaba a perderlo- por las calles, preguntando y desapareciendo entre suburbios buscando una copa de absenta, o dos, o tres... y luego siendo recogido por su fiel ayudante el sargento Soppot. Y tras despertar del sueño etílico, volver a sentir que un ser cruel le estaba ganando la partida y estaba acabando con su estructura vital. Demasiados burdeles en los últimos meses...demasiadas mujeres solo para hablar con ellas, sin tocarlas, solo contemplándolas y fumando opio. Se sentía muy cansado... unos días fuera, ¿dónde? en Corfú.

LLevaba dos semanas en Corfú y la sensación de pasear por la playa de Arilas era un placer. El rumor de las olas rompiendo suavemente en la orilla, salpicar las rodillas por el chapotear de unos pies descalzos, sentir la calidez de los rayos del sol acariciando sus hombros...llevaba dos semanas y podría estar allí eternamente. Observaba plácidamente el discurrir de los minutos y había conseguido sentirse entero de nuevo, su alma parecía reconstruirse. Perderse por las calles del barrio del Kampielo en la ciudad le invitaba a pensar en otras épocas, en algunos amores, y olvidar la necesidad de un cuerpo femenino que le escuchara. Vivía unas vacaciones solitarias y ese era un motivo de descanso. Haciendo vida de hotel, tomando un martini seco antes de comer y prescindiendo de absenta y del opio. Eran unas vacaciones merecidas.

Pasados esos primeros quince días, Couldyun hacía una vida apacible y rutinaria, y volvía al hotel tras el habitual paseo por la playa antes de comer. Pidió su martini seco, le hacía gracia contemplar la aceituna y solía comerla tras saborear todo el líquido. "así tendrás más ginebra" le decía a la aceituna. Couldyun se sentó y pidió el periódico local, como todos los días. Una costumbre que ya le resultaba cremonial.

Aquel día el camarero le sirvió su martini y su periódico y le susurro al oido "le sugiero que eche un vistazo a la página siete, los sueños se empeñan en aparecer". Tras eso Couldyun apenas pudo darse la vuelta y el camarero ya estaba de espaldas saliendo del salón de lectura. "Un griego con acento londinense", pensó, "seguramente la página siete hable hoy de placeres mediterráneos y de la vida placentera en estas costas".

Cuando Couldyun abrió el diario por esa página encontro una nota suelta escrita a mano que decía "¿Son tus sueños o los míos?", y se fijó en el titular, al hacerlo gritó poseido por una locura infernal. "Mujer de veinte años aparece asesinada con signos de mutilación en el puerto de Corfú".

 

Recuerdos polacos

Recuerdos polacos

- Aún aparece su nombre. Aún aparece.

El inspector Couldyun no dejaba de mirar los círculos humedos que el borde su vaso de whisky dejaba sobre la mesa. El hielo empañaba el vidrio del vaso produciendo una gama de colores ambarinos en que el inspector se sumergía mentalmente de un modo hipnótico. Recordaba a un amigo, a su mujer, Elsa Lawndee, su obsesión de antaño. Solo logró de ella un beso furtivo a la salida de una ópera, en el intervalo en que su marido recogía un taxi y el inspector acompañaba a Elsa a recoger su abrigo del guardarropa. Ese beso le supo a miel, a miel libada por abejas bajo la luz de la luna. Era un beso fugaz, liviano y repleto de sensaciones. Fué el único beso.

Después de ese beso no volvieron a verse, su amigo iba destinado a Varsovia como agregado y Elsa pasaría a disfrutar de la hospitalidad polaca.

Pero aún aparecía su nombre. Veía demasiadas Elsas y recuerdos de ella. Habían pasado cinco años y no había vuelto a saber de ella. Pero de forma extraña le había llegado una carta suya contándole una historia algo extraña de amantes y fiestas, de fiestas y de sábanas. Y de copas de champagne, y le traia a la mente los brindis con champagne en las fiestas que disfrutó con su compañía. Y ahora le escribía...aún aparece su recuerdo.

- Inspector, tenemos que interrogar a un sospechoso...

Una modelo de conducta

Una modelo de conducta

- Asi que quieres ser famosa, ¿no? -preguntó el inspector Couldyun

- Bueno, ¿y quién no? -le respondieron.

Ella era Adelaide Litton, una chica muy mona, jugadora de polo de la Universidad de Kensington, 21 años, estudiante de agricultura. El inspector contactó con ella porque era amiga de la última asesinada, Olive Werthington. Olive apareció descuartizada en un callejón en el barrio de La Sorbona en París. Nadie sabe como llegó allí, la ultima vez que la vieron fue en Oxford Street cuando se despidió de Adelaide. Y luego su cuerpo sin vida sacudió el estómago de un estudiante parisino de filosofía que volvía a su casa a altas horas de la madrugada tras una fiesta típica de estudiantes.

Adelaide aparte de jugar al polo con Olive solía posar desnuda como modelo de un amigo suyo, estudiante de arte y consumidor asiduo de absenta, y pensaba que el ser modelo la elevaría a los más altos escalones del deseo público. Pensaba que poco a poco sería cotizada por todos los artistas de Londres y que alguien le ofrecería un papel de actriz en alguna película y después sería la mujer más anhelada de la escena. Quería ser famosa, no había duda.

- Adelaide, ¿recuerdas la última vez que viste a Olive? -pregunto esta vez el sargento Soppot.

- Claro, en Oxford Street, ella dijo que iba a comprar un sombrero de tafetán verde y que nos veríamos esa noche en la fiesta de unos amigos de un grupo de baile. El sombrero era precioso y me hubiera encantado acompañarla pero, como ya le dije antes, tenía que posar con Richard, Rick, me dijo que le faltapa perfilar uno de mis pechos. ¿Le he dicho que tengo unos pechos preciosos?

William Soppot enrojeció ante la pregunta y miró fijamente al cuaderno donde tomaba sus notas. Couldyun, sin embargo, acercó una de sus manos al pecho de Adelaide, lo palpó y Adelaide ofendida ante el gesto intentó abofetear al inspector quien detuvo la mano de Adeleide agarrándola por la muñeca.

- Solo quería comprobar al tacto si son realmente preciosos, no puedo apreciarlos con tanta vestimenta.

- Es usted un grosero, mi comentario era artístico. -gritó Adelaide

- Aquí tiene mi teléfono, llámeme si quiere que tengamos una charla más... -el inspector le soltó la muñeca-... agradable. Mis respetos señorita Litton, marchémonos señor Soppot, aquí no hay mucho más que hacer, hace demasiado calor y pese a ello no logramos ver la belleza de este cuerpo femenino.

El sargento con un estado entre avergonzado y sorprendido siguió al inspector al tiempo que Adelaide pasando sus manos entre el cabello rubio que adornaba, enmarcando, su bello rostro soltó:

- Espero que su teléfono tenga siempre alguien al otro lado inspector.

- Y yo que sus pechos sean tan preciosos como mi mano ha intuido.

Sudor en la noche

Sudor en la noche

El inspector Couldyun se despertó sudando en medio de la noche. Empapado, las sábanas como si hubieran sido regadas y el pijama pegado al cuerpo. Intentó encender la luz pero al presionar el interruptor no ocurrió nada. Oscuridad, tan solo la luz de la luna entraba por una ventana cuyos visillos eran transparentes. De pronto sintió algo en sus manos, tenía algo en una de ellas. Su mano derecha apretaba algo, algo suave, pequeño, con forma redondeada. ¿Qué podía ser?

El inspector se levantó, apretando su puño cerrado para que no se le cayera lo que llevaba, fuera lo que fuera. Sentía el pelo empapado y una heladez que comenzaba a invadirle el cuerpo debido a un sudor que ya estaba enfriándose. Se acerco a la ventana, la única luz de  la que parecía disponer. Abrio la mano, había dos píldoras. De colores...se quedó mirando y entre los resquicios de los dedos adivinó un pequeño resplandor blanco en el suelo. Se agachó y vió que había una nota.

"Querido inspector,

Se que me persigues, que quieres que deje de matar y, bueno, algo has logrado porque he estado dos horas en tu habitación, contemplándote, viendo tus ropas, cortando el cable del interruptor de la luz -no fueras a despertarte con ganas de pelea-, y en todo este tiempo no he tenido tentaciones de deslizar la hoja afilada de mi habitual bisturí por tu cuello. Es más, me hubiera encantado hablar contigo, pero posiblemente tu hubieras intentado detenerme o alguna tontería semejante. Así que preferí callarme.

Mi buen inspector, llevo tiempo sabiendo de tus pasiones, vigilando tus pasos. LLevo tiempo intuyendo que yo soy yo y tu eres yo. Cuéntame, ¿acaso no sientes que algo te quema por dentro y no sabes qué es?, ¿acaso no estás buscando un amor puro y solo encuentras placeres vaginales?, ¿acaso no lees buscando respuestas y solo encuentras nuevas preguntas?, ¿acaso no te sorprenden demasiadas mañanas con la sensación de que nada funciona?... mis crímenes son un juego inspector, un juego al que te gustaría jugar. Una determinación por lo poco de absoluto que podemos hacer.

Mientras yo me reivindico usted pasa los días con el necio de Soppott, buscándome entre sombras y pistas falsas. Querido inspector, olvide a su sargento fiel, a su perro de guardia, olvidese a usted y sea fiel a sus instintos. Coja un color, coja una píldora, tráguela y salude al laúdano que tanto consume, pero este laúdano no es de este mundo. El color no se lo puede decir.

Saludos inspector, feliz claro de luna"

El inspector dió un grito, soltó un gemido teñido de odio, toda la ciudad podría haberle oido...pero apenas pudo oirse dentro de su habitación pese a que en su alma el sonido resultó estruendoso.

- Maldito hijo de puta, maldito, te cogeré, dejarás de matar...no consentiré que sigas torturando y matando. -y arrojó las pildoras contra el suelo- mira lo que hago con tus píldoras, las tiro, escupo en ellas, como escupiré en tu cara cuando te coja. Maldito, maldito...-y comenzó a llorar, llenó su pecho con un llanto cargado de congoja mientras gemía, -...yo no soy como tú, hijo de puta, yo no soy como tu...¿dónde estás?, hijo de puta...ayúdame William, ayúdame.

El inspector se tumbó en el suelo, llorando, allí se quedó el resto de la noche, llorando en un gimotear infantil que le condujo a un sueño, un sueño que resultó tranquilo, sin sobresaltos. Hacía mucho tiempo que no dormía así.

Nuevas pistas...

Nuevas pistas...

- Inspector, ¿está seguro de que esta es una buena pista?

- Por supuesto que no William, por supuesto que no.

- ¿Entonces....por qué la seguimos?

- Quizás porque no tenemos ninguna otra, y mejor seguir una pista dudosa que quedarnos en el despacho oliendo a estatismo.

- ¿Qué olor es ese? -preguntó William Soppot

- Olvídelo señor Soppot, olvídelo. Simplemente vayamos a aquel kiosco y preguntemos a su dependiente si conoce a la Srta. Werthington, la última desaparecida de las jugadoras del equipo de polo.

- De acuerdo inspector Couldyun. La verdad -reflexionó Soppot en voz alta mientras con su mano se acariciaba el mentón-, no entiendo esa sucesión de crímenes entre las jugadoras del equipo de polo.

- Eso es algo evidente William. Al asesino no le gusta el polo.

- Pero quizás -continuaba William Soppot en voz alta-, quizás solo sea una casualidad. Quizás el asesino desconozca que juegan al polo.

- Eso tendremos que preguntárselo al asesino, ¿no William?

- Cierto Inspector, porque ahora que caigo, el año pasado fueron 3 asesinadas y eran mujeres normales, no jugaban al polo.

- ¿Normales William?, la Srta. Adams era una estafadora acusada de utilizar niños en sus timos, la Srta. Lagefollow era una conocida madame con varios antros de prostitutas a su cargo y ¿recuerda a la Srta. Bistrew?

- Oh sí, era aquella dulce joven de 19 años.

- Sí, dulce y con aficiones curiosas, había cortado el pulgar a tres de sus cuatro hermanos.

- Cierto,...

- Pues eso, no se dónde está la conexión...pero ya estamos llegando al kiosco, preguntemos.

Esa tarde el inspector y William no hallaron nada interesante, la pista que tenían estaba relacionada con el novio del entrenador del equipo de polo, John McTired, y su pasión por los efebos. Pero era algo extraño porque el sexo femenino no aparecía por ningún sitio en la pista salvo en que la última desaparecida era la actual novia de un antiguo romance de John McTired. Pero no sacaron nada en claro esa tarde y no llegaron a ninguna conclusión ese día.

 

Buscando un cebo

Buscando un cebo

"El caso es que no me satisface" -subrayó Couldyun- "no creo que me guste la idea de someterme a un disfraz maltrecho para atraer los deseos del asesino. Disfrazarme de perdedor no lo veo claro...¡pero si soy un perdedor!...¿¿¿cómo voy a disfrazarme de algo que ya soy???"

Soppot no lo tenía claro, no sabía de dónde le había venido la intuición de que un perdedor atraería al asesino. Sobre todo cuándo todas las víctimas habían sido mujeres, dignas esposas de hombres con influencias y acaudalados. Pero ahí estaba el inspector luchando por no disfrazarse de sí mismo.

De todas formas, la semana se había presentado como todas las anteriores. Sin un rastro claro. Couldyun había pasado el fin de semana jugando al gin rummy con un amigo imaginario, rubio. Y se había acostado con 3 prostitutas pagadas por el departamento, las cuales eran unas fantásticas cocineras, y una de ellas además tenía un sentido del placer tan elevado como sorprendente lo cual le dejó de lo más felizmente cansado. Su mente se entretuvo en tres paraisos edificados por absenta...y ahora estaba de nuevo junto a Soppot intentando buscar una forma de tender una trampa que no acababan de perfilar.

Cabos entre caminos sin sentido

Cabos entre caminos sin sentido

William y el Inspector llevaban cinco días andando entre lomas de cadáveres. No sabían qué hacían allí. Las pistas debían estar en otro lugar. Pero después de muchas horas no sabían qué hacer, la lluvia arreciaba y sus hombros se sentían cansados, con un peso insostenible.

Couldyun le dijo a William:

- Me he perdido a mi mismo.

Y William le respondió:

- No le entiendo inspector.

 El inspector se quedó mirando a William con una expresión incrédula, como ensayada ante tantos desentendimientos por parte del agente Soppot.

- Aparte de una casa en una llanura plagada de sol se me ocurren pocas cosas distintas al invierno -dijo el inspector.

- Sigo sin entenderlo inspector.

- Lo sabía -subrayó Couldyun.

Siguieron caminando entre cadáveres buscando señales, signos, pistas, indicios, rastros, hilos que seguir. Y solo encontraros las trazas de cómo somos los humanos.

La madeja nunca se desenreda del todo, siempre queda un último nudo que no puedes deshacer tú solo.

 

Silencio

Silencio William Soppot y el Inspector Couldyun no podían hablar. LLevaban días sin poder hacerlo. Y simplemente miraban el horizonte. El asesino "Modelo de conducta" estaba ahí fuera.

Un pantalón...

Un pantalón...

Estar quieto con el color negro en finísimos hilos dibujando ondas. No es complicado de imaginar.

- Usted cree que tantas cosas pueden quedar bien -preguntaba William Soppot, el ayudante de policía al Inspector Couldyun 

- El caso -respondió Couldyun- es que cuando lo conjuntas resulta sencillamente bonito. Mire, fíjese en el detalle del pantalón, ¿no es maravilloso?

- Es un pantalón, inspector, no veo nada más.

- ¿No?, ¿habla usted en serio?

- Totalmente inspector.

- ¿No ve cierta elegancia que hace olvidar la ausencia de sinusoidad?

- La verdad inspector... es un pantalón.

- Pero imagineselo en un cuerpo deseable.

- ¿Sinuoso?

- No, no, sunuoso no. Es ahí a donde voy. Un cuerpo donde cualquier pantalón resultaría aburrido menos este.

- La verdad, inspector, no le entiendo.

- Maravilloso, Williamn, sencillamente maravilloso. Veamos ahora esa camisa...

El resto de la tarde William y Couldyun entraron en cinco tiendas de ropa. Por la noche cenaron langosta y un suave vino blanco. El último asesinato del despiadado individuo que dejaba la nota "Modelo de conducta" grabada en la piel de sus víctimas había sido hacía 5 meses. Y Couldyun tenía la certeza de que estaban muy cerca de atraparte.