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Notas de Mr. Kite

Soledad Ficticia VII

Soledad Ficticia VII

Me recuerdo a mi mismo y veo que no soy el que era pero que tampoco es que haya mejorado. Quizás empeorado porque después de pasado el tiempo lo lógico es avanzar y no observo un avance significativo después de años de retrocesos con pasos de escaramuzas fronterizas. De la frontera del espíritu digo.

Total, sigo escuchando lo que me duele porque me gusta, sigo pensando lo que me duele porque me gusta, sigo así porque hay un punto de desequilibrio que me hunde y me gusta...me gusta hasta que no puedo más y saco la cabeza para respirar. Y así todos los días, así toda la vida, minutos arriba, segundos fuera. Así, pensando y leyendo para pensar que lo que pienso no está tan errado para acabar con un pinzamiento de alma que se alivia con un analgésico elaborado tras años de investigar sobre él.

Creo que me he dado cuenta de nuevo que soy un manazas. Nunca supe que lo era tanto hasta ahora...jamás pensé que la estética del dolor fuera abrazada de forma ajena, jamás me sentí responsable de una destrucción interior. La estética del dolor... mierda. Me doy cuenta de que por un momento me he convertido en un personaje de los que leía, un tipo de los que hablaba mi adorado S.F., uno de aquellos por los que uno brindaba. Menuda mierda...siempre intuí que ser un desheredado espiritual debía ser muy duro. Atractivo para una película, Ray Milland en días sin huella es fantástico pero no debemos cambiarnos por él, nadie debe desear ser un sufriente, un herido en el impulso anímico. Nadie debería intentar sentir el dolor por el dolor.

Soy un excremento de algún semidios taciturno que se olvidó de limpiar sus deshechos. No soy nada más. Y mis lágrimas tiñen un río tranquilo de colores irreales. Pido mil perdones.

No hay tiempo, solo cafeteras inservibles, los arco iris se fueron porque la luz aparece solo por las noches. No hay nada. Hace tiempo que no hay nada. Solo cafeteras inservibles.

Y el silencio de contemplar estas palabras es adecuado pero duele.

 

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