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Notas de Mr. Kite

Almas en venta

Almas en venta

Es definitivo el asunto que rodea mi pensamiento. Hace poco, 48 horas, me di cuenta de que era verdad lo que dije hace más, 480 días, de que hay cosas que permanecen de manera ineludible durante eras milenarias, una eternidad. Así es.

Puedo observar gritos, caras raras, comportamientos ajenos o enajenados, desconfianzas, desafíos, lejanías, pero siempre habrá una necesidad de presencia.

De pronto ves como la ternura se torna en locura, que la tranquilidad se vuelve salvaje, que los dedos de frente son reacciones irreflexivas, que las caricias son golpes, que los te quiero son pequeños insultos, que las manos son aire, que el amor es un extraño respeto pincelado con una brocha de distancia. Y pese a todo es algo más que el muro de silencio. Y pese a todo tienes algo que te hace seguir con la mente dedicada a la imagen.

Sin ser monos, síndromes de abstinencia, son sensaciones de un Estocolmo abandonado porque Copenhague ya se fue. Copenhague apareció una noche de verano en un concierto de un pueblo, buscando una mirada antes de que acabara la noche. Ansiedad por encontrarse buscando la sonrisa del otro.

Cuando vas sintiendo esas necesidades puedes encontrarte que tu alma está en venta, que no puedes alimentarla más de deseos frustrados y piensas que sería mejor venderla para que alguien hiciea buen uso de ella. No es una venta como la de Fausto -joder, qué casualidad, esa obra de Marlowe- por la ambición de poder, más bien todo lo contrario. Es una venta para que tu alma pueda tener mejor recompensa en el día a día.

Resulta inquietante además tener la pequeña sensación de que esa recompensa te pueda venir de quien te la niega, de quien te impide dormir, del dueño de la imagen que te lleva a Copenhague.

Momentos.

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