Me gustan los abrigos

El frío empieza a aparecer en el ambiente. No se si es el mismo de todos los años, no le he visto aún el rostro azul pero imagino que sí, algo más viejo, pero igual de imponente. No creo que haya muchos inviernos, más bien pienso que solo hay uno. El frío viene de vacaciones por mi tierra, viene unos tres meses. A veces cuatro, a veces dos.

 

Nunca sabe cuánto se va a quedar porque no tiene horario. Es como el ruso de Doctor en Alaska, que todos los años aparece por Cecily. Pero el ruso a veces sorprende cambiando la época en que decide acercarse a visitar a sus amigos. El frío suele ser más fiel a los días en que llega, pero no planifica cuándo se irá.

 

De momento el frío va y viene, no se queda mucho, es porque está haciendo la mudanza, aparece 3 días y luego se va para volver con más cosas. Sus muebles son de color azul y sus ropas variadas para los meses que le quedan. Tiene varios gorros grises de lana y una bufanda de angora preciosa.

 

El frío llega y yo miro por la ventana como van cambiando los días. Cambian en colores ocres para irse despojando de luces veraniegas tornándolas en penumbras otoñales. Es tiempo de intentar escuchar canciones que te recuerden de dónde eres, de pensar en mantas para atardeceres nocturnos, de iluminar sonrisas, de sentir que algo nuevo llega y pensar que solo lo nuevo nos hace especiales, de sentarse a contemplar las lluvias, lágrimas del verano que se va, de que Travis le ponga banda sonora a la estación.

 

Seguimos en verano, dicen, pero yo ya he visto merodear al frío con una pequeña bolsa buscando donde aposentarse. Preguntando en posadas, en hoteles, hostales y pensiones de medio pelo, buscando un lugar donde ir dejando sus cosas hasta que se mude del todo. Le he visto oscurecer días de sol, le he visto charlar con los árboles lamentándose de que sus vestidos tengan que borrarse otro año más.

 

El frío llega. Démosle la bienvenida.