Septiembre (II)

Joder, se me ha perdido un disco de Chet Baker y ando en solfa. No se qué es andar en solfa pero me gusta. Ando que no se dónde demonios lo habré puesto y eso me reconcome. Así que ando en solfa y reconcomido que es como estar tranquilamente preocupado a la vez que suavemente jodido…pero en un lenguaje más tonto. El lenguaje, fantástico instrumento para ejercitar nuestra propia estupidez. A mi me maravillan los magos del lenguaje. Valle-Inclán y Umbral del XIX al XXI y tiro porque me toca. Me enamore de Valle en una sonata y de Umbral en un diario. Ante ambos me inclino en una reverencia universal. El castellano debe mucho a estos tipos…bueno, no se si el castellano, pero yo sí. Valle me rescató en la mili y Umbral en la universidad. Umbral me daba de hostias y Valle me acunaba, Valle me mexicanaba en un castellano irreal y Umbral me adulaba en una feria de la pedantería. Así crecí en mis lecturas para amar el castellano y comprender que no todo era lo sajón. Gracias a estos dos tipos entendí que también se podía ser pedante en el idioma de España. También podías parecer un tonto estúpido intelectualoide hablando de Cervantes. Y, como no podía ser de otra manera, también me redescubrieron a Quevedo…aunque un amigo ya me había avisado del pedazo de personaje que fue este loco espadachín cojo.
Me cuentan de alguien que se desmaya por amor en una partida de cartas en la que las marcas también te engañan. El asunto es que el desmayo vino cuando Sofie vio cruzarse a un adulto de los de espada en cinto que se saben seguros de que esa espada llega donde no llega el verbo. Sofie sintió un vahido existencial, que era producto de haber comido poco, y cayó contundentemente sobre el tapete. Sofie pensó que alguien tenía un halo, y que el halo le había cubierto el rostro de la verdad y que después el mundo le dio vueltas y cayó rotundamente. Como ese razonamiento le pareció muy extraño e incomprensible decidió algo muy decimonónico, su mente se había visto turbada por el galán que se cruzó –en unos minutos ya era galán, no sabemos si de noche-. Y pensó que mejor ser Madame Bovary que Dulcinea –ser Dulcinea es como muy falso-, y se planteó la infidelidad hasta la mitad de la novela…que ya sabemos que la Bovary termina mal. Así que Sofie anda ahora comiendo poco y achacando sus desmayos a la inapetencia que a su vez es provocada por el galán –que sigue sin ser de noche-.
Hay días que son septiembre y es mejor dividirlos en varios trozos...
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