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Notas de Mr. Kite

El Ascensor (Texas Love'em) - Miércoles Tarde (3)

El Ascensor (Texas Love'em) - Miércoles Tarde (3)

(...continuando...)

Del lunes al martes estuve pensando en follar con Elena y en casarme con Silvia. Yo soy así, para qué vamos a andarnos con tonterías. Lo del follar era real, y lo del casarme me parecía tan real como ser un caballero Jedi. Y un café es más barato que una espada láser, así que me permití el lujo de ejercer la parte más real y, por otro lado, pensar libremente en una vida idílica con ese ángel que se había cruzado en forma de chica rubia que hace oposiciones y trabaja de funcionaria.

Poco a poco me di cuenta de que, pese al morbo de la situación con Elena, el pensamiento de Silvia iba ocupando todo mi tiempo. El lunes me acosté pensando en ella, el martes me desperté pensando en ella, y cuando iba a casa de Elena iba pensando en ella y en Rafa. Pensaba que si Silvia fuera mi pareja yo no le haría esto a Rafa y, como buen ingeniero, me convencí de que efectivamente Silvia era la perfecta solución al sistema de ecuaciones que se estaba presentando.

La llegada a la casa de Elena fue inesperada. Me abrió la puerta en tanga y camiseta y se me echó encima mientras yo me preguntaba si esa sería su forma habitual de preparar un café. En mis múltiples fantasías sexuales esa situación la había repetido una y otra vez, convencido de que jamás me sucedería. Ahora que pasaba por ello pensé que no era real y que estaba en una de mis fantasías, tanto fue así que me volvió a pasar lo de la primera vez, en cinco minutos ya había concluido mi apoteosis sexual y el ridículo comenzaba a planear sobre mí.

Elena se lo tomó bien…simplemente se puso a reír. Yo también me lo tomé bien, simplemente me escondí de mí mismo y le dije algo original “no sé qué ha pasado”.

Para cualquier observador era evidente lo que había pasado, y para mí también. Otra cosa es que prefiriera hablar del camaleón y su capacidad de mimetismo antes que de mi manifiesto problema de precocidad. No me había pasado antes con ninguna pero Elena debía ser algo así como una personalidad griega que diera nombre a un problema psicoemocional que inducía a que en el primer escarceo la vergüenza se adueñara de mi virilidad.

Como Rafa llegaba al día siguiente, tuvimos tiempo para volver a intentarlo, y para cenar, y volver…varias veces. Salí a las cinco de la mañana de su casa cansado, satisfecho, contento, y con la sensación de que era un hijoputa. No sabía si decírselo a mi madre, menudo disgusto…me imaginaba la situación:

- Mamá, me he enterado de que eres puta.

- ¿Pero qué dices Nino?

- Bueno, no te preocupes no es por tu culpa. Es por la mía. Digamos que eres una puta política.

- Tú siempre con tus tonterías, anda cómete la comida.

- Mejor me bebo una copa.

Me daba cuenta de que mis momentos con Elena no tenían mucho más que sexo. No porque no tuviera conversación, es una tía que habla poco, pero te deja enrrollarte. Lo que pasa es que a mí ese tipo de chicas no me van para hablar, no tener a quien contestar y ser un monologuista me aburre. Y por otro lado, aquello no era una cuestión de cariño o llevarnos bien, o ser grandes amigos. Era follar. Morbo. Y para mí empezaba a ser también un reto el no fluir como la crecida del Nilo nada más verla.

(...continuará?)

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