Carta antigua

En unos legajos encontré una carta de Gari Sandance...

 

Hoy voy a volver a escribirte.

 

Entre transportes de lágrimas recorro los vestigios de la ciudad vieja, plagada de los susurros de las almas que lloraron por sus vidas vaciadas de sentido. Lentamente, entre los ecos que la niebla suele dejar entre las esquinas, me acerco al puente del horizonte cuando veo a un policia persiguiendo el alma de un transeunte. El transeunte mira perplejo la persecución y se pregunta cuanto tiempo anda su alma por ahí saltándose la ley...

Fachadas de edificios viejos, perdidos de sí mismos, compiten en una carrera por saber cuál será el próximo en ser derribado. Un perro está hablando con un conductor de tranvía, todo me recuerda a Praga pero sin Golem.

 

Camino, camino, lentamente, hacia un puente que no se si es de alguien. Tiene un nombre pintado en colores ocres. No se distingue bien pero un violinista se empeña en restañar su honor limpiando el nombre del puente. Poco a poco comienzan a verse las letras de su creador. Y pienso en el anciano que dibujó los pilares que se hunden en el río. Alguien debió construirlos...alguien debió pensar que era maravilloso ver la otra orilla como algo alcanzable. Ese alguien está allí.

 

Un ruido me hace girar la vista hacia dos de las furias, envenenadas, que debaten sobre cual de ellas debe salir de la ciudad. Creo que ambas sobran pero no me atrevo a sugerirlo. A su lado hay un juez con una campana que va dictando las razones de una y otra. Ambas ganan y la ciudad pierde y el juez bebe cerveza en una bonita jarra con motivos silvestres.

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Gari Sandance