Musa y Pergúmeno. Destino.
Pergúmeno andaba como siempre, taciturno, pensando en realidades incorpóreas y en dados tirados al azar. Su pensamiento errabundo lo veía Musa desde su habitación en una sala del templo en el monte Helicón. Observaba la inquietud de Pergúmeno y fue con él para acariciar su vista con su rostro.
Pergúmeno al verla volvió a sonreir, dudando siempre si llamarla Calíope ó Erato. La duda le parecía poco importante pues al verla siempre afloraba la sonrisa a su rostro. Eso era suficiente.
- Hola Pergúmeno, andas intranquilo, como siempre.
- Pensaba en las Moiras.
- Malos pensamientos tendrás para pensar en ellas.
- Pensaba en el destino, ¿lo rigen las Moiras?
- No solamente Pergúmeno, también los hombres eligen su destino.
- ¿Sin consentimiento de los Dioses?
- Digamos que siempre que no se sientan molestos.
- Entonces las Moiras no lo deciden.
- Es algo que está por encima de ellas, las moiras son hermanas, y si quieres saber cómo se decide lo que ocurre tienes que pensar en Moira, como algo que decide aparte de la vida y la muerte lo que ocurre en el hilo tejido por Cloto.
- Me pierdo, Cloto es una moira, ¿decide ella?
- Deciden las tres hermanas lo largo de tu vida.
- ¿Y lo que acontece en ella?
- Alguien por encima, Moira. Que no son más que la comunión de las tres moiras.
- Los dioses son complicados.
- Más lo es la vida, amado Pergúmeno. ¿Y por qué piensas ahora en el destino?
- Creo que se ríe de mi. Moira parece que me tenía reservada la misma partida para repetirla en distintos lados del tablero.
- No sería raro, suele hacer ese tipo de experimentos. ¿Estás apenado?
- No solo. Más bien perdido –Pergúmeno jugaba con sus dedos, mirando el suelo o más bien la sombre de Musa sobre el mismo, quería saber que estaba ahí pero no se atrevía a mirarla por temor a que su presencia fuera liviana y desapareciera-. Gracias por venir a verme.
- No puedo dejar de verte cuando tus ojos andan compitiendo con el caudal del Leteo. Y no creo que tus lágrimas hagan olvidar tu pasado.
- No. Ni el presente.
- Es heredero del pasado, no lo olvides.
- Entonces no beberé del Leteo.
- No lo hagas. ¿Quieres que coja tus manos?
- Sólo si no escapas.
- Tengo tiempo hasta la siguiente luz que aparezca gemela en el horizonte.
- Como siempre – dijo Pergúmeno.
- Como siempre – afirmó Musa.
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