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Notas de Mr. Kite

TANGO 6 - ESTROFA QUINTA – Parte 2 de la letra del segundo deseo

TANGO 6 - ESTROFA QUINTA – Parte 2 de la letra del segundo deseo

Así que levantarse para acometer la tarea de inventar razones en las cuales no creía para satisfacer a una jefa de dudosa inteligencia y prejuicios estúpidos no le resultaba de un atractivo sobrecogedor, antes más, le suponía una pequeña tortura. La tortura diaria del funcionario inmerso en un océano de burócratas del cual formaba parte. Decir buenos días de esta forma cada mañana era parte de su penar. Y aquel día no era distinto salvo por un pequeño detalle, no pensó en el trabajo solo un par de minutos. El tiempo justo que pasó desde que se puso en pie hasta llegar al baño para la ducha habitual.

En el momento justo que abría el grifo de agua caliente le vino a la cabeza la noche pasada y el polo magnético que había atraído todo el metal de sus pensamientos. Livia. Se quedó parado con la mano debajo del grifo, movimiento rutinario para comprobar la temperatura, y así se quedo pensando un buen rato mientras el humo del agua caliente casi le impedía ver su propia mano y un dolor le hacía despertar.

Con la mano roja del calor y la sensación de estupidez a hombros apenas le quedó un mínimo de dignidad para entender qué le estaba pasando. Tras regular la temperatura se sumergió en la lluvia tonificante y comenzó a darle vueltas al asunto de su vecina. Se había cruzado con ella ayer, se quedó pensando en ella, tocó el bandoneón y tarareó una letra de una canción. Entrada la noche abrió una botella de vino, uva Malbet, por aquello de que en Argentina la producen para sus vinos. Los colores del vino, los efluvios aromáticos, el alcohol en definitiva fueron adueñándose de la diligencia que era su pensamiento y la condujo por terrenos no visitados. Praderas donde la imagen de Livia se formaba en nubes carmesí, donde los dedos se la señorita Solil se entrelazaban con los suyos…y luego se durmió.

En estos recuerdos de la noche anterior se hallaba cuando los pitidos de las ocho de la mañana sonaban en la radio. Como acto mecánico Gari ponía la radio cada mañana para escuchar lo que ocurría por el mundo. El resto del día los sonidos que elegía eran músicas elegidas con premeditación y precisión de acople para cada momento. Pero las mañanas eran para saber el presente del entorno. Teniendo en cuenta que Gari se levantaba a las siete de la mañana se dio cuenta de que llevaba casi una hora bajo el agua. Sus manos eran una exposición de arrugas y sin embargo tenía la sensación de que acababa de entrar en la ducha.

Mientras pasaba el tiempo bajo la ducha pensaba como sería estar bajo la lluvia con Livia, con música porteña sonando, mirándose a los ojos, empapados, con ese trozo de las almas que sienten de verdad entregado a los labios del otro, con el extraño sentir de tenerla en sus brazos notando que ella se entregaba, contemplando sus cabellos mojados. Lluvia de tango enamorado, gotas de amor y deseo que rodean sus cuerpos mojándolo todo…

…y pensando esto era feliz.

 

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